Introducción
En las últimas décadas se ha producido un aumento de la preocupación
social por la conservación de los recursos naturales, en gran parte debido a la
mayor percepción de la escasez relativa de ciertos elementos y a la progresiva
degradación de la naturaleza y el medio ambiente. Estas circunstancias despertaron
la inquietud de los economistas hacia este campo de estudio y, en pocos años,
los conceptos, formalizaciones y herramientas analíticas utilizadas
experimentaron un gran nivel de evolución.
Dentro de este contexto general, el análisis económico aplicado a la
pesca ha evolucionado de forma vertiginosa pues, hasta mediados de este siglo,
la economía apenas había considerado esta actividad como objeto relevante de
estudio. En el siglo XIX la preocupación por la escasez de los recursos
naturales se localizaba en los agotables o no renovables. De hecho, en aquella
época existía la creencia bastante generalizada de que, dada la inmensidad de
este tipo de recursos renovables, la acción de la actividad pesquera apenas
causaba efectos relevantes sobre la abundancia y cuantía de los mismos.
La sobrepesca, un
problema creciente
En las primeras décadas del siglo XX el dominio de los biólogos en el
estudio de los recursos renovables era claro. Quizá, la supuesta abundancia de
los recursos pesqueros seguía siendo el motivo fundamental de la ausencia de
estudios económicos sobre el tema.
Los problemas no residían solamente en el conocimiento de las características
biológicas y de comportamiento de las poblaciones naturales de peces, además
era preciso estimar en qué medida el mayor o menor volumen de producción
pesquera variaría la oferta natural del recurso en el futuro y, a través de los
medios disponibles, cómo se podría gestionar la explotación para poder obtener
un rendimiento sostenido a lo largo del tiempo.
Dadas las características de estos recursos, el análisis sobre la
explotación de los mismos demandaba una formulación esencialmente dinámica. Por
tanto, la reproducción y el crecimiento de las especies no se realiza de forma
instantánea por lo que desde el punto de vista biológico se pueden tardar años
en alcanzar nuevos estados de equilibrio a partir de situaciones de sobrepesca.
Con la
generalización de las Zonas Económicas Exclusivas de 200 millas, y con el fin
de evitar la sobrepesca, también se aplicaron regulaciones localizadas cada vez
más intensas y precisas (licencias, cuotas, vedas, etc.) que varían según
áreas, especies y países (en Europa, la Comunidad actúa con carácter
supranacional). Como resultado global de todo ello, en pocos años se generó un
nuevo orden pesquero mundial sustancialmente distinto. En este contexto, se ha
establecido en la práctica un estado de competencia en el acceso a los recursos
y su explotación, tanto a nivel internacional (en el marco de acuerdos públicos
o privados) como local (competencia entre flotas en una misma área). La
búsqueda de las mejores soluciones económicas y de gestión de los recursos,
compatibles con un rendimiento sostenido, se ha convertido en un interesante
problema económico.
Hoy día, cerca
del 80% de las capturas se producen en sólo el 10% de las áreas oceánicas,
incluidas las principales áreas, tales como las plataformas continentales y los
estuarios. Según el informe, en este siglo se prevé que muchas de estas áreas
sean muy vulnerables a la acidificación de los océanos.
El cambio climático
afecta directamente al recurso pesquero
En el último
informe extraído del Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA)
durante la XVI Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático en Cancún (México) indica que el aumento de
las emisiones de CO2 empeorará la situación de los mares y océanos y el impacto
sobre la seguridad alimentaria podría ser más complejo de lo que se pensaba.
Además, en el
estudio “Consecuencias medioambientales de la acidificación de los océanos”
recoge varias investigaciones científicas sobre esta notoria bajada de pH. El proceso
está desencadenado por el aumento de las concentraciones de CO2 disuelto, y que
está cambiando la química del mar del medio marino.
Este cambio
en los océanos es otra señal de alerta que se ha levantado y que conlleva
advertencias sobre la salud del planeta por el crecimiento incontrolado de las
emisiones de gases de efecto invernadero. Es una pieza nueva y emergente en el
rompecabezas científico, pero que está provocando una creciente preocupación.
Dicho
problema provocaría cambios en el límite de supervivencia de algunas especies,
por ejemplo los cangrejos dependerían de un reducido rango de temperaturas
donde poder prosperar, por tanto, podría perjudicar la captura de éstos así
como de mejillones y otros mariscos, especies que dependen de los arrecifes de
coral y, a su vez, de otras especies, como por ejemplo el salmón, que se
alimenta de microorganismos con concha que están en el nivel más bajo de la
cadena alimentaria, tenemos que pensar, del mismo modo, en el riesgo que esto
entrañaría para la seguridad alimentaria del propio ser humano.
Cerca del
25% de las emisiones de CO2 en el mundo es absorbido por los mares y océanos,
el pH de los océanos ha disminuido en un 30% y ha afectado a su química a una
velocidad que no se veía en 65 millones de años, desde la extinción de los
dinosaurios. Según las tasas actuales de emisiones de CO2, a finales del siglo
XXI, el pH de los océanos se reducirá en 0,3 unidades más, lo que representa un
aumento de la acidez total del 150%.
La gran
mayoría del oxígeno del planeta no es generado por los bosques sino por el
coral. De hecho, en los arrecifes coralinos se produce el 80% del oxígeno
indispensable para nuestra vida. Sin embargo, el coral es muy sensible a los
cambios de temperatura. Un aumento de 2° C en la temperatura del agua, debido
al calentamiento global por efecto invernadero, ocasionaría la muerte del 35 %
del coral de nuestro planeta.
El informe
prevé que la futura acidificación del océano afecte el crecimiento del coral
tanto en fases adultas como juveniles, el crecimiento de algas rojas coralinas,
la integridad estructural de los arrecifes, por tanto, en las próximas décadas,
corales y mariscos podrían encontrar cada vez más dificultades para formar sus
esqueletos y así la supervivencia se vería directamente afectada.
Soluciones para que la
pesca sea más sostenible
La
integridad del suelo marino se encuentra en un nivel que garantiza que la
estructura y las funciones de los ecosistemas están resguardadas y que los
ecosistemas bénticos, en particular, no sufren efectos adversos.
El objetivo
es que las presiones humanas en el lecho marino no impidan que los componentes
del ecosistema conserven su diversidad natural, su productividad y sus procesos
ecológicos dinámicos, habida cuenta de la resistencia del ecosistema. El
alcance de la evaluación de este descriptor podrá plantear dificultades
particulares debido a la diversidad de características que presentan algunos
ecosistemas bentónicos (conjunto de organismos que viven en
los fondos acuáticos) y ciertas presiones humanas. Será preciso que las
tareas de evaluación y seguimiento se efectúen tras un análisis inicial de las
presiones humanas y de los impactos y amenazas que pesen sobre los rasgos de la
biodiversidad, y después de haber integrado los resultados de la evaluación de
una escala pequeña a otra más amplia, cubriendo así, según proceda, una
subdivisión, una subregión o una región.
La política
principal que debería estudiar la UE sería la regionalización y la co-gestión.
Distintos estudios demuestran que muchas pesquerías de todo el mundo
cogestionadas por comunidades están bien administradas bajo estructuras
limitadas de gobierno central, siempre y cuando las comunidades de pescadores
se impliquen de forma proactiva. La co-gestión basada en comunidades es la
única solución realista para la mayoría de las pesquerías del mundo, y es una
manera eficaz de conservar los recursos acuáticos y los medios de subsistencia
de las comunidades que de ellos dependen.
El análisis estadístico muestra que la co-gestión
suele fallar si no cuenta con elementos clave:
- Presencia de líderes destacados en la comunidad y cohesión social
- Incentivos claros que aseguren a los pescadores -por ejemplo- la cantidad que puedan capturar o el área en la que puedan pescar.
- Areas protegidas, especialmente cuando se combinan con una cosecha regulada dentro o fuera del área y cuando el área protegida está propuesta y controlada por las comunidades locales.
De este modo,
los recursos adicionales deben destinarse a los esfuerzos para identificar a
los líderes de la comunidad y construir capital social, y no solo a imponer
tácticas de administración que excluyan a los usuarios.
Está
demostrado que cuando se implica a los pescadores en una co-gestión regional,
aumenta la confianza en el proceso de la toma de decisiones y se contribuye a
cumplir la normativa. Asimismo, se contribuye a dar legitimidad al
asesoramiento científico.
El punto
clave para que la pesca sigua siendo un recurso renovable está directamente
relacionado con la sostenibilidad medioambiental como prioridad máxima, por
encima de cualquier otra meta social o económica. Dar prioridad a la biología e
implementar el asesoramiento científico es fundamental para una pesca
sostenible y que existe una clara conexión entre ecosistema y sociedad.
Por ejemplo, los subsidios contribuyen a una sobreexplotación y
un empobrecimiento de los recursos, como consecuencia, existe el temor de que
la pesca ilegal se vea incrementada. En este sentido, algunos estudios apuntan
que la UE ha podido caer en un bucle de retroalimentación negativo. Sin
embargo, Noruega, Canadá y los EE.UU. han sabido generar bucles de
retroalimentación positivos, en los que las cuotas sostenibles están ayudando a
regenerar las poblaciones y, así, se desincentivan las prácticas ilegales.
Bibliografía.-
- Los criterios y las normas metodológicas aplicables al buen estado medioambiental de las aguas marinas (L 232/14). Diario Oficial de la Unión Europea (2010/477/UE) http://eur-lex.europa.eu
- El portal del mar – Itsasoaren ataria http://www.itsasnet.com/
- Pesca y economía: Una visión general. D. Juan Carlos Surís Regueira | Manuel M. Varela Lafuente. Departamento de Economía Aplicada. Universidad de Vigo.
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